La vuelta

Nada tiene sentido este segundo semestre. En realidad el primero tampoco tuvo sentido, pero en este momento es mucho más evidente. De alguna manera todos los que se han quedado se han unido a la causa de no intentar caer bien a nadie y de no hacer el más mínimo esfuerzo por conocer. Hablar con ellos resulta incómodo hasta cierto punto, porque se comportan exactamente igual que nosotros hacíamos. Las mismas preguntas, el mismo entusiasmo inicial y el mismo desconocimiento y ojos como platos ante cualquier chorrada. Para nosotros la erasmus ya se está acabando, y parece como si fuera a estar lloviendo hasta junio.

Y nuestros motivos para reír se van reduciendo a pasos agigantados. Ya nadie hace humus verde, ni se cae sin motivo aparente, ni les dice a los camareros que les den un puñetazo a las mujeres (por confusión), ni el chamaco nos da risa ya. Y todo el mundo habla un inglés medianamente bueno. Quizás es porque es el principio y todavía no hay hexágonos amorosos montados y sigue lloviendo. O porque igual todo el mundo nos hace las mismas preguntas que en septiembre, sólo que ahora no sabemos responder. Y la vida de los que se han ido sigue de la manera más absurda posible. Nos queda la historia del danés que estuvo pagando el piso en Copenhague a su novia mientras él estaba aquí de erasmus y que, cuando volvió a Dinamarca, dejó a su novia, cogió el resto del dinero que le quedaba y se fue a Israel a vivir con la chica del pelo azul y los tatuajes.

Llegar a la mitad de la erasmus te hace tener sentimientos realmente contradictorios, porque el tiempo se te acaba. Y los demás te preguntan cómo puede ser, si ellos acaban de empezar. Y de algún modo echas de menos Valencia, pero se tiene siempre presente porque cada semana viene alguien de allí. También te alegras por todos aquellos que han decidido quedarse a vivir aquí, pero te sientes mal porque ellos tienen algo de lo que tú careces: un plan.

En resumen, esa ha sido mi vuelta. Hay que añadir que en el aeropuerto rompieron una de las cuatro pestañas de mi maleta, que una pieza de mi ordenador saltó volando cuando lo abrí, que volviendo del aeropuerto el tranvía nos dejó to-ti enfrente del Gran Bazar y que tuvimos que coger un taxi hasta Besiktas. La racha de mala suerte se va diluyendo conforme se me reduce el tiempo (estar ocupada te impide tener suerte de cualquier tipo).

Y eso ha sido todo. Hos geldiniz xD

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